LA HISTORIA DE MARIA RIVERO MORAN

Esta es la historia publicada en el libro de Ruth Behar de María Rivero Morán.

LA HISTORIA DE MARIA RIVERO MORAN
(Santa María del Condado 3 de Septiembre de 1984)

Mi nombre es María Ribero Morán. Nací en VillaSeca de Laciana el 26 de Mayo de 1921. Desde ese día hasta hoy han pasado 63 años, tres meses y unos cuantos días que han sido mi calvario. Tuve una hermana mayor que murió antes de haber nacido yo; después mi madre tuvo otro embarazo junto a la enfermedad que tenía, y murió con la niña en sus brazos; yo quedé con año y medio de edad con mi padre y una tía muda que ayudaba a cuidarnos tanto a mi padre como a mí.
Después de muerta mi madre, mi padre nos llevó a Santa María y para ganarse el pan se hizo pastor de la vacada ( el rebaño de terneras y vacas sin herrar del Pueblo). Todo el día estaba en los bosques y valles y mi tía me llevaba con ella para llevarle su comida al monte.
Durante el verano el ganado no paraba porque le picaba mucho las moscas, las terneras se escondían entre los árboles y matorrales y no salían de entre ellos; a los mas guerreros les ponían cencerros para saber donde se encontraban y así poder cuidarlos más fácilmente porque parecían salvajes y mi tía me tenía que llevar en brazos, luego me dejaba corretear con los becerros y poderlos acariciar.
Un buen día empecé a seguir por un sendero, entre el trigo de una finca, entre carrascos y mucha maleza; me había perdido, y después de buscarme largo rato no me encontraron, y comenzó a anochecer; finalmente y por casualidad me encontraron en Los Álamos gracias a Dios antes de que se echara la noche encima, de lo contrario tendría que pasarla en el monte, y quien sabe lo que podía haber pasado con tantos peligros de todo tipo y no descartando el lobo que hace sus correrías por esos contornos. A mi padre después de estar un año con la vacada, se la quitaron por envidia, y tuvimos que ir a Barrillos. Mi padre se casó de nuevo y tuvieron un hijo después de nueve meses que murió por darle ella el pecho, su leche no debía estar en buenas condicione para amamantarlo; y el día del aniversario de su compromiso matrimonial, mi madrastra como la llaman aquí murió.
Durante el tiempo que vivió mi madrastra y media hermana que tenía, y que estaba con su padre y un hermano de esta, que se llamaba Evaristo, vi que ella me quería pero las otras dos brujas no podían verme.
Esta Belarmina, ( la media hermana de la madrastra) me hizo mucho daño pellizcándome y algunas veces se quedaba con un pedacito de carne en su mano y la abuela me cogía bajo su brazo y me decía que me iba a echar a los puercos o gochos como aquí los llaman, yo me asustaba tanto que algunas veces me quedaba inconsciente.
Mi padre cuando llegaba y me veía en ese estado, tenía que darla una purga a su esposa y también sufría muchísimo viéndome. Otro día caí en la fuente del Pueblo, que estaba en un prado y una buena mujer me sacó. El cántaro del agua que llevaba pesaba más que yo y cuando llegué a casa me envolví en una falda y me metieron a la cama porque estaba helada de frío. Mi padre me demostraba su cariño frente a ellas, decía que me quería más que a su mujer y ambos padre e hija sufríamos mucho.
Mi padre se quedó allí otro año y después regresamos nuevamente a Castro y allí permanecimos otros 6 años. Mi tía arrendó una casa e iría allí muy temprano, a las tres de la mañana y mi padre iba con los terneros. A mí me dejaban en la cama con un huevo frito para desayunar y cerraban la puerta para que no saliera y me perdiera, pero yo saltaba por la ventana e iba donde yo quería ir ( por un rato), a los Álamos, por temor que me pegaran las brujas.
Los niños me hacían compañía y me cuidaban, yo hacía todo esto sin que mi padre lo viera. Cuando él regresaba, se lo contaban inocentemente los niños, él se enfadaba pero no había nada que hacer. Cuando era un poquito más grande iba a apañar ( cortar con la hoz) por un terreno que compró mi padre y que pagó 14 duros; después de un año lo vendió y le dieron 64 que no estuvo mal. De tanto cargar los sacos de hierba a cuestas, quedé mutilada, yo ponía mi mano en el costado de mi lado izquierdo y mis riñones se resintieron y enfermaron. Mi padre me llevó a León a una señora que llamaban La Portuguesa que era una mujer que arreglaba los huesos; me tuvo que llevar tres o cuatro veces, porque mis huesos eran muy débiles aún ya que tenía solo 10 años y se rompían fácilmente con el peso de los sacos. Mi padre regresaba a las 10 en punto de la mañana y se iría otra vez a las tres de la tarde hasta el anochecer. Por la tarde le llevaba yo su comida sobre las cinco que consistía en 1 pequeña lata de sardinas, 1 cuartillo de vino y 1 trozo de pan para los dos.
Mi tía nos daba alimento para el día y después regresábamos a Santa María y luego íbamos a Castro todos los días a dormir.
Durante el verano mi padre salía de casa a las dos y medio de la mañana, salía con el ganado y volvía a las 10 en punto para dejar echar una siesta a las ovejas en Castro. Después a las 3 de la tarde de nuevo salía para Santa María, tocaría las campanas y saldría de nuevo con el ganado; esto se repetía todos los días, durante el verano; en el verano saldría por la mañana y no regresaría hasta el anochecer.
Mi padre compra una vaca y formó equipo con un vecino. Yo tenía que ir a arar y hacer más de lo que podía ayudando con la vacada en el monte y por la tarde ir a esperarlo para ayudarle a traer el ganado.
Durante el verano había muchas tormentas; un día tuvimos una en las Cruces y tuvimos que regresar a través del sembrado pues estaba granizando a más no poder; el frío me llegaba hasta los huesos y me calaba de agua. Yo seguía creciendo. A los 14 años tuve novio y me casé a los 16 y medio y un año más tarde mi esposo Eliseo que ese era su nombre enfermó. Después de un año de casados tuvimos a Andrés, nuestro primer hijo y estuve trabajando muy enferma durante tres días y mis pechos estaban muy mal por no guardar reposo y se llegaron a abrir, me tuvieron que dar de comer a la boca; después de todo esto, a los 4 meses muere mi hijo Andrés y luego llega Luis y después de dos años más, viene una niña que llama Valentina.
Nosotros estuvimos casados 8 años pero ya en el séptimo enfermó, le operaron del estómago y mi marido salió bien de la operación, pero hubo una calumnia en contra nuestra, según la cual él había robado 3 heminas de trigo de algunos primos; vino la Guardia Civil, le golpearon a él y a mi padre, le pusieron las esposas las cuales dejaron sus marcas en sus manos durante toda su vida. El se sintió tan desilusionado que este dolor y pena acabaron con él. Yo estaba muy enferma cuando nació Valentina y al ver llegar a los guardias me sentí fatal ¿ Qué pasaría si mi niña bebiera mi leche cuando estaba en este estado? ¿ Moriría también?. Tuve que hacer de tripas corazón y aguantar; los guardias estaban en el portal y yo con la niña en brazos y enferma. Quisieron los guardias llevarse a Eliseo y a mi padre a la cárcel y todo por un malentendido; yo me sobrepuse pero mi marido no pudo y como dijimos anteriormente de pena murió.
Me quedé con mi padre y los niños tres años más como viuda y todo el peso de la casa sobre mí, los niños eran muy pequeños y mi padre por la edad muy enfermo. El se iba aún con la vacada, yo a cosechar trigo, cortar heno, leña, arrancar maleza, urces, etc. para vender todo lo que pudiera y conseguir algo para comer.
Una vez yendo cuesta abajo por un valle que va desde Represa a Villanueva, cargado con leña y varas para vender, al dar una vuelta en el camino se rompió el yugo por la mitad y una vaca se quedó con toda la carga y el mismo peso la tiró al suelo quedando medio colgada; el mundo parecía que se me venía encima. Mi prima Isolina estaba con migo y en esto vimos a otras dos personas que venían por el camino. Viéndonos tan jóvenes y en tales apuros, sintieron compasión de nosotras y nos consolaron diciéndome que ellos quitarían el yugo de sus vacas lo pondrían en las mías y que así yo podría continuar mi camino; tomaron el yugo roto en sus hombros y sus vacas y se fueron, eran dos vecinos de Represa a los que siempre estaré agradecida y los llamaban los cuberos. Pero no acaban aquí todas las peripecias ya un poco después, como a unos 200 metros más allá había un canal y fue horrible; la única cosa que quedó fue la barra del carro. Las vacas con el enorme yugo se asustaron y toda la carga cayó sobre sus espaldas y fueron levantadas por sus cabezas; pensé en estos momentos no sé cuantas cosas y desde luego que esto no acabaría felizmente como sería mi deseo pero vi un hombre venir con su yunta y me ayudó.
Por fin salimos a la carretera de Moral, ya había caído la noche y dormimos en una posada en Santibáñez como Dios nos dio a entender metidas en un pesebre de un metro de ancho y poco más de largo; Isolina y yo, ambas teníamos que estar en la misma dirección, sino no hubiéramos podido dormir si a esto se le puede llamar dormir. Al siguiente día fuimos al Puente Villarente pues yo ya había vendido y apalabrado entregar mi carga. Puedo asegurar que descansé volviendo a Santa María.
Después de muerto mi esposo, me fue a las minas a trabajar como descargadora de carbón, estuve allí dos meses pero el jefe quería buscar algo más de mí y tuve que regresar a Santa María, yendo a trabajar a la carretera, recogiendo piedras y tuve que dejar este trabajo por razones similares. Después de tres años me casé con Virgilio, él es hermano de mi primer marido y tuvimos un hijo que se llamó José Antonio; cuando Luis estaba creciendo él y su padre no se llevaban bien, el padre le mandaba y no sabía si obedecer o no; yo le decía a Virgilio que le dijera él también que fuera donde le mandaba su padre, pero este decía que él iba donde quisiera. Por supuesto yo sabía donde teníamos que ir y era que teníamos que ir todos juntos donde se necesitase. Si el niño decía vamos a tal sitio el padre decía que fueran ellos. En otras palabras me daba cuenta de cómo iban las cosas y entonces decidí ir a Ciñera, donde yo tenía primos. Estaba muy emocionada con el viaje. Su padre fue primero a las minas, estuvo ahí tres días y regresó al Pueblo y de esta forma pasamos un año hasta que un día haciendo cuentas, cada vez estábamos peores. Me pidió un día que si podía buscarle trabajo y fui. Luis entró a la mina y mi esposo en la construcción. Yo no quería estar separado de mis niños o de mi esposo así que encontré trabajo para todos.
Después Valentina y José A., nos fuimos porque mi padre había muerto. Después de un año enfermé, tuve muchas complicaciones, después me operaron de apéndice y cuando aún era pequeña noté un tumor en el lado derecho que se iba agrandando y desde que tuve a Valentina he sufrido mucho de cólicos, estos tan seguidos que terminaban en ataques y durante dos o más días estaba muy mal. Trataba de cuidar a los niños pero cada día me ponía peor hasta que ya no pude soportarlo y en Septiembre de 1978 me operaron dos veces, el siguiente me volvieron a operar en Octubre una vez más en el apéndice umbilical.
Hoy estoy tomando un montón de medicinas, las tomo para mi circulación y presión, para el colon que me ayuden a la digestión, para mis nervios y dos cucharadas de jarabe a la hora de ir a dormir y dice el médico que así debe de ser hasta que muera.
Esto es lo que recuerdo aunque hay más cosas que se me han olvidado porque he perdido ya mucha memoria.
En la actualidad tengo tres hijos, dos hijos y una hija, dos nueras y un yerno, cinco nietos y tres nietas y todos maravillosos, que valen lo que yo he sufrido; todos me quieren y también a mi esposo. Han pasado 20 años desde que mi esposo sufrió una trombosis pero está saliendo adelante y desde ese tiempo tiene una pensión y yo doy gracias a Dios por permitirme escribir estas cosas. Me alegraría que a alguien le sirvieran de algo en sus dificultades estos reveses de la vida
Para todos, un saludo.

Un comentario

  1. Historia real. Varios episodios me los ha contado personalmente. Muy interesante la lucha y sacrificio que ha tenido y sobre todo por sacar adelante a los hijos. Un buen ejemplo para ellos y todos nosotros.
    Gracias Maria.

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